Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia como Académico del Ilmo. Sr. D. Ángel Gil Hernández realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia



Excma. Sra. Rectora Magnífica,
Ilma. Sra. Decana de la Facultad,
Ilmo. Sr. Representante de la Real Academia de Medicina,
Excmo. Sr. Presidente de la Academia Iberoamericana de Farmacia y hoy Padrino,
Excmo. Sr. Presidente de la Sección de Naturales,
Ilmo. Sr. Secretario de la Academia,
Ilmo. Sr. Gil Hernández, nuevo académico,
Excmos. e Ilmos. Sras. y Srs. Académicos,
Señoras y Señores:

Quisiera iniciar esta breve intervención agradeciendo a nuestra querida Rectora haber aceptado la invitación de nuestro hoy candidato para asistir al acto y la mía personal para que lo presida, pues entendemos que es una muestra más de cariño por su parte hacia nuestra Institución la cual valoramos y agradecemos.

Igualmente deseo agradecer a nuestra querida Decana su presencia también aquí, pues me consta el cariño con el que lo hace como una muestra más de su continua colaboración y ayuda hacia nuestra Academia, que puede considerar suya.

También deseo felicitar a nuestro nuevo académico por su discurso de investidura al haber elegido un tema de gran actualidad y con una proyección social de gran envergadura el cual ha desarrollado de forma magistral, lo que era de esperar al provenir de un gran especialista en este campo.

A su vez, su padrino, en el discurso de contestación, ha sabido plasmar de forma concisa, pero muy rigurosa, las inquietudes que la problemática hoy tratada despiertan tanto en los círculos científicos como sociales, a la vez que ha sabido resumir magistralmente las aportaciones de nuestro nuevo académico así como su formación humana y su capacidad científica.

Así pues, mis felicitaciones a ambos y también a las personas allegadas a nuestro nuevo académico.

Y es que, ciertamente, la obesidad constituye, como dice nuestro protagonista, una de las pandemias más preocupantes del siglo XXI. Un reto y una responsabilidad, en definitiva, tanto científico como social y político al que no se le consigue acabar de dar solución.

De hecho, cuando se analizan los datos estadísticos que nos informan sobre esta pandemia fruto de la denominada sociedad del bienestar, de una buena parte del mundo y también del mal saber de otra parte del mismo, uno no puede sentir otra cosa que preocupación. El dato de que casi un 40 % de la población mundial tenga sobrepeso e incluso obesidad es, cuando menos, preocupante.

Pero entiendo que más preocupante aún es que la facilidad con que el mundo que podríamos llamar desarrollado y también el que se encuentra en vías de desarrollo puede acceder a alimentos de alto valor calórico, así como el sedentarismo que se viene produciendo como consecuencia del llamado estado de bienestar, estén originando un fenotipo humano obeso, pues ahora estamos empezando a hablar de futuro. Si a esto añadimos todos los datos estadísticos que acabamos de oír no queda otro razonamiento que el de aceptar la necesidad de una intervención a todos los niveles que trate de paliar esta situación que está originando que la obesidad se haya convertido en la segunda causa de mortalidad prevenible después del consumo de tabaco.

Pero tampoco es menos cierto que, si la obesidad en si es un motivo de preocupación social, no lo son menos las alteraciones que se pueden producir en la conducta humana, y que de hecho se vienen produciendo en nuestra juventud, como consecuencia de aquella.

En una sociedad de bienestar como la que una buena parte del mudo disfruta, y en la que nos podemos considerar incluidos, se viene desarrollando últimamente lo que se ha dado en llamar el culto al aspecto físico, de forma que nuestro entorno nos juzga, en buena medida, por ese aspecto y, en cierto modo, nos obliga a modificar nuestra conducta con el fin de que nuestra figura obedezca a unos patrones establecidos no se sabe bien por quién, ni tampoco los intereses que pueda haber detrás aunque con certeza estarán los económicos.

En esta concepción puramente de imagen, la obesidad, e incluso el sobrepeso, es considerado inaceptable, repulsivo incluso, por muchos sectores de la población, lo que ha originado, sobretodo en nuestra juventud especialmente sensible a estas concepciones, el desarrollo de conductas alteradas de la alimentación tales como la anorexia, la bulimia o la vigorexia, todos ellos desórdenes que directa o indirectamente repercuten sobre la salud.

Ambos aspectos del problema, la obesidad en sí y los desordenes originados por la misma, están convulsionando nuestra sociedad la que reclama iniciativas que tiendan a paliar sus consecuencias, lo que, de nuevo, origina problemas de comportamiento derivados de intereses económicos tales como las dietas milagro, medicamentos adelgazantes, etc. etc.

Pero, según lo veo yo, este problema, por desgracia, puede verse desde una perspectiva aun más amplia y también más preocupante. Permítanme, pues, una breve reflexión al respecto.

Hace algún tiempo recibí uno de los múltiples WA que invaden nuestros teléfonos móviles en la actualidad que, bajo mi punto de vista como les decía, relaciona nuestra temática con otro gravísimo problema que azota el mundo actual y que decía: "Resulta irónico que mientras que medio mundo se muere de hambre, la otra mitad del mundo está a dieta".

Y la triste realidad es que esta frase refleja en muy buena medida, aunque de forma posiblemente exagerada, lo que está pasando en nuestro mundo de hoy.

De hecho, las estadísticas indican que en la actualidad cada 10 segundos muere un niño de hambre, y aunque esta forma de expresar la situación no deja de ser una manera de concienciar a la sociedad buscando llamar la atención, ya que de hecho no siempre se trata de niños famélicos como los que nos muestran las imágenes propagandísticas de los medios de comunicación, la situación es preocupante pues, entre otras cosas, las dietas de las que se dispone o también la ausencia de nutrición en edades tempranas están originando problemas subsecuentes de mucha gravedad.

Sea como fuere, el hecho es que podemos aceptar como cierto que de los 7000 millones de habitantes de nuestro planeta, 825 millones "pasan hambre".

Ahora bien, ¿qué se entiende por pasar hambre?

Los pronunciamientos que hace la ciencia en relación con propagandas como las que nos apuntan que cada 10 segundos muere un niño de hambre en el mundo pueden, y de hecho lo hacen, diferir de las que se desprenden de las imágenes a las que nos hemos referido pues, aunque es cierto que existen lugares con circunstancias extremas en las que los niños mueren realmente de hambre, como ha sucedido y sucede por ejemplo en Somalia, la verdad es que, en la mayor parte de los casos, se habla de niños mal nutridos y que, por ello, son muy sensibles a enfermedades infecciosas como por ejemplo el sarampión y para los cuales, con un sistema inmune comprometido y frágil, superarlas es asunto de vida o muerte. No se trata siempre pues de niños que no tiene nada que llevarse a la boca y, es más, según los informes de la FAO, un gran número de las muertes relacionadas con la nutrición no se producen en países donde exista hambruna o conflictos sino allí donde existen dificultades para conseguir una dieta suficientemente buena ya que las dietas dominadas por los cereales o las féculas no se pueden considerar de suficiente calidad para conseguir una nutrición adecuada en los primeros años de la vida.

Existen, por otro lado, países en los que, por ejemplo, su "cultura" hace que la mujer no tenga derecho a comer los mejores alimentos del hogar, lo que origina que los niños nazcan en condiciones de precariedad.

En otros casos, la carne y la leche se evitan en las dietas, por razones también "culturales", como sucede en algunas partes de la India.

También a veces en estas dietas no se les da la importancia necesaria a las frutas y a los vegetales, etc. etc.

Todo esto pone de manifiesto que cuando se accede a la primera línea de los mensajes del tipo "cada 10 segundos muere un niño de hambre en el mundo", no se tenga la información más completa del problema, pero también es cierto que si se quiere concienciar a la sociedad de tal situación lo primero que hay que conseguir es captar su atención.

No obstante estos aspectos del problema, lo cierto es que tal situación en el primer cuarto del siglo XXI hay que considerarla gravísima, máxime cuando, lejos de aliviarse, se está agravando en las últimas décadas debido a la existencia, cada vez mayor, de conflictos, así como a los problemas derivados de fenómenos climáticos, etc.

Se trata, pues de un problema al que hay que atender adecuadamente y con prioridad pues todo apunta a que el primer objetivo de los 17 sobre desarrollo sostenible de la ONU referente a “hambre y malnutrición cero para 2030” no va a ser posible conseguirlo si no se abordan todos los aspectos que socavan la seguridad alimentaria y la nutrición, al menos en esa dirección apuntan los informes de la FAO, FIDA, UNICEF, PMA, OMS, etc.

Pero, de nuevo, nos encontramos con que esta situación contrasta con otro fenómeno, realmente increíble, que se está produciendo en el mundo y cuya solución, bien canalizada, podría paliar al menos los problemas nutricionales a los que nos hemos referido.

Se trata del despilfarro de alimentos que se está produciendo actualmente en lo que podríamos llamar "el mundo más desarrollado o la sociedad del bienestar" .

De hecho, todas las estadísticas al respecto apuntan a que en la actualidad se está desperdiciando más comida en el mundo de la que podrían consumir esos 825 millones de personas hambrientas a las que nos hemos referido.

Algunos datos entresacados del informe al respecto de la FAO, pueden ser muy ilustrativos:

  1. El volumen total de alimentos desperdiciados anualmente en el mundo asciende a unos 1600 millones de toneladas.
  2. La huella de Carbono de este despilfarro se estima en 1300 millones de toneladas de equivalente de CO2 en gases de efecto invernadero.
  3. El volumen total de agua que se utiliza cada año para generar los alimentos que se despilfarran se estima en 250 Km3, equivalente al caudal anual del rio Volga.
  4. 1400 millones de Hectáreas (el 28 % de la superficie agrícola del mundo) se utiliza para producir estos alimentos que se desperdician.
  5. Solo un pequeño porcentaje de estos alimentos despilfarrados es compostado pues la mayoría termina en vertederos cuyas emisiones de metano representan una de las mayores contribuciones a los GEI.
  6. Etc.
Como podemos observar, los problemas que hemos analizado parecen viajar en direcciones opuestas pero, si nos detenemos un poco, todos ellos presentan una raíz común consistente en una mala planificación de los recursos, pues se pasa hambre por un lado y se despilfarran alimentos por otro, se malnutre en general y se originan problemas de desarreglos alimentarios por un lado y de vulnerabilidad por otro.

Como decía Richard Gere hace unos días a un periódico español: “Nunca ha habido en EEUU más gente gorda y más gente hambrienta a la vez”.

Es evidente, pues, que algo, o por desgracia mucho, no se está haciendo bien y se constata la necesidad de actuar urgentemente al respecto.

Pero, ¿Qué podemos hacer desde unas instituciones tan humildes económicamente y sin potestad para actuar como son nuestras academias? Yo creo que mucho, arrancando desde la autoridad científica que las adorna y de la valía humana y profesional de sus integrantes, no consintiendo dejar dormir sus conocimientos y destrezas, plasmados en currículos excepcionales, pero a veces inertes por la falta de empuje para extraer todas las posibilidades que suponen. Es necesario, pues, que desde estas instituciones de solera seamos capaces de poner en juego toda nuestra potencialidad para descubrir los problemas creados en ocasiones por las circunstancias y otras veces por la mezquindad humana, e instar a nuestras autoridades a actuar al respecto, convencidos, como decía Rochefoucauld, de que “Si tenemos suficiente voluntad tendremos medios suficientes” para salir adelante.

Yo espero, querido Ángel, que desde tu nueva condición de académico continúes y refuerces el camino que has iniciado en este sentido y, para ello, te ofrezco toda la ayuda que tu ya Academia pueda darte.

Muchas gracias a todos por su atención.